El Diario Montañés, 20 de agosto de 2025
Transcurría
el año 1998 cuando Emilio Pascual, Editor con mayúsculas, recuperó en Anaya veinte
de los noventa y tres títulos que había publicado la editorial Araluce en su
colección ‘Las obras maestras al alcance de los niños’. Los primeros ejemplares
habían aparecido en 1912, y desde aquel mismo momento la Dirección General de
Primera Enseñanza consideró que tenían «mérito bastante» para que se les declarase
de utilidad educativa. La presentación de los libros que reeditaba Anaya se
realizó en el Salón de Actos de la Fundación Giner de los Ríos, en Madrid,
donde estuvo ubicada la Institución Libre de Enseñanza, en cuya biblioteca –y
curiosamente también en la de Alfonso XIII– figuraron siempre «todos los
títulos que iba publicando la editorial Araluce». De igual manera llegaron a prácticamente
todas las escuelas de España, por remoto que fuese el lugar, para que los niños
se enriquecieran con las lecturas de ‘La Ilíada’, ‘La Odisea’, ‘Las mil y una
noches’…
El
responsable de la publicación de aquella Biblioteca Araluce había sido Ramón de
San Nicolás Araluce. De su editorial se sabe mucho; de su persona muy poco. Había
nacido en Santander, ¡sí, en nuestro Santander!, en 1865. A los quince años se fugó
de casa, pues, tras morir su madre, su padre volvió a casarse y la vida con su
madrastra le resultaba insoportable. Se enroló en un barco rumbo a México, y
allí, tras probar múltiples oficios, entró de aprendiz en la editorial De la
Fuente Parres, de la que llegó a ser gerente, primero, y dueño, después. Quiso el
destino que años más tarde se casara con una catalana, y decidieron regresar a España
para fundar en Barcelona, en 1890, la Casa Editorial Araluce, de la que fue
responsable hasta su fallecimiento en 1941.
Durante
todos esos años, Ramón de San Nicolás Araluce, desconocido santanderino
universal que bien merecería un reconocimiento, dejó para la historia de la
edición un catálogo de primerísima categoría.