martes, 18 de noviembre de 2025

DEMOCRACIA CON GORGOJOS (19 de noviembre de 2025)

 

El Diario Montañés, 19 de noviembre de 2025

En 1972, con catorce años, salí de España por primera vez. Era el mes de julio, e iba a casa de mis tíos, emigrantes en Burdeos, a pasar el verano para mejorar el idioma francés, entonces de estudio obligatorio. Apenas superada la frontera, tras mostrar el pasaporte a los gendarmes (el pasaporte era preciso), vi pintado en el asfalto, repetido durante varios kilómetros, un mensaje que resultaba inimaginable aquí: ‘Franco assassin’. Aquellas pintadas me enfrentaron de golpe a una realidad muy diferente de la nuestra. «En Francia hay libertad y se puede expresar lo que sea sin miedo a la represión –me dijo el tío Sixto cuando percibió mi sorpresa–. Esto es democracia. Se les llama a las cosas por su nombre. Y Franco es un asesino, aunque en España no podamos decirlo». Aquello me sorprendió sobremanera.

Tres años más tarde murió el dictador, y con el paso del tiempo pudimos ir teniendo mayor conocimiento de aquel periodo opaco, de represión tenaz. Mas hete aquí que cincuenta años después hay partidos que vuelven a defender aquella época y bajo su paraguas brotan voces, jóvenes la mayoría y ajenas a lo que sucedía entonces, que proclaman que con Franco se vivía mejor. Algunos, incluso –aquí hemos sufrido sus acciones–, participan en los llamados ‘campamentos de formación’ que, con el pretexto de adquirir técnicas de autodefensa, en realidad preparan «para la lucha callejera y actos de violencia dirigidos a un sector y una ideología concreta de la sociedad».

La democracia que ellos atacan es de tal grandeza que permite la opinión de todos, incluso la suya: la de los gorgojos que carcomen sus entrañas en nombre de una falsa libertad. Si algún día llegan a alcanzar el poder, me temo que de la verdadera libertad solo nos dejarán la cáscara.

martes, 11 de noviembre de 2025

¿POR QUÉ NO YO? (12 de noviembre de 2025)

 

El Diario Montañés, 12 de noviembre de 2025

Esta pasada semana he alcanzado una frontera que no debería pasar desapercibida: según las estadísticas, solo me restan doce años para cumplir los ochenta y lograr así una de las condiciones que parece necesaria para entrar en la lista nacional de Forbes. No debo, pues, perder la esperanza, sino cultivar la paciencia como si se tratara de un fondo de inversión a largo plazo. Lo decía Cela: en nuestro país, el que resiste, gana. Y yo, modestamente, ya llevo resistiendo lo mío.

Mientras que en el resto de las economías avanzadas la mayoría de los millonarios han surgido a partir del año 2000, impulsados por las nuevas tecnologías, en España la riqueza de los más poderosos sigue representando una economía más propia del siglo XX. Proceden de negocios familiares, pequeños y añejos, que con el tiempo se han convertido en auténticas multinacionales. Casi siempre hablamos del ladrillo, la alimentación o la ropa, sectores tan tradicionales como rentables. De ahí que de las cien personas más ricas de España, veintiocho octogenarios –con una media de 84,5 años, los muy majetes– acaparen más de la mitad de la fortuna nacional. Son discretos, alejados de los focos, al modo antiguo, y su ejemplo confirma que saber envejecer es una buena estrategia financiera.

Predecir el futuro de sus patrimonios no exige ser visionario: los herederos ocuparán el trono, ya talludos, marcados por la edad provecta de sus antecesores. Como Carlos de Inglaterra, que estrenó corona con más achaques que entusiasmo, los nuevos ricos heredarán las fortunas con las frentes marchitas.

Por si las moscas, me he propuesto envejecer con estilo, como el buen vino, no sea que un giro inesperado del destino me acerque a la riqueza. Si la alcanzo, quiero disfrutarla sin dolores de espalda ni rodillas lastimeras.

Por eso practico el pilates.

martes, 4 de noviembre de 2025

LEYENDAS Y REALIDADES (5 de noviembre de 2025)


 El Diario Montañés, 5 de noviembre de 2025

Parece exagerado que algo aparentemente inocente pueda levantar tal revuelo. La Ley de Memoria Democrática, que contempla la creación de un inventario de espacios vinculados a la represión franquista, ha incluido como tal al conjunto de la Península de La Magdalena. Añade que los lugares seleccionados «tendrán una finalidad informativa, conmemorativa y didáctica». Pero resulta que, aunque la existencia del campo de concentración que hubo allí sea conocida por casi todos, algunos mantienen que es mejor ocultarla y evitar su divulgación. No saben que con esa postura le hacen un flaco favor incluso al franquismo, porque el dictador mostró desde un primer momento las virtudes de aquel espacio pionero como modelo de represión; de hecho hay decenas de fotografías que retratan las «bondades» de la coacción de los vencedores para reeducar a los vencidos: imponiendo el saludo fascista a la llegada de los mandos, el cántico del Cara al Sol, la asistencia diaria a misa, y toda clase de tareas vejatorias para «fomentar el verdadero espíritu español». Sobre otros castigos se prefirió callar.

Aquí perturba la iniciativa de convertir a la Magdalena en lugar de memoria histórica, porque tenemos tendencia a dejar las cosas como están. De hecho, cuando subo con mis amigos a contemplar las vistas que ofrece el entorno de Cabo Mayor, siempre se interesan, conmovidos ante la visión del monumento, por la historia de los que despeñaban allí. Entonces les explico que desde ese lugar nunca arrojaron a nadie, si bien las corrientes pudieron arrastrar a víctimas asesinadas en el entorno de la bahía, y ahí pudo estar el origen de la leyenda. Una invención asumida, de tan repetida. Sobre todo por quienes se oponen ahora a la proclamación de La Magdalena como auténtico lugar de opresión franquista.

Aunque no se declare para acusar, sino para comprender.

martes, 28 de octubre de 2025

ZONAS DE SACRIFICIO (29 de octubre de 2025)

El Diario Montañés, 29 de octubre de 2025
 

Uno de los mayores conocedores de los problemas de la llamada «España vacía» me descubrió un concepto inquietante: el de las «zonas de sacrificio». Con ese nombre se denominan en economía los territorios en los que se concentran infraestructuras que la sociedad avanzada necesita, pero desea mantener alejadas por su carga nociva. El ‘modus operandi’ siempre es el mismo: «Se selecciona un territorio, se promete desarrollo y puestos de trabajo, pero se sacrifica cuanto haya que sacrificar». Y emergen molinos eólicos, campos de energía solar, macrogranjas, plantas de biogás, tendidos de alta tensión…, que llevan consigo contaminación, degradación medioambiental y problemas sanitarios a los lugares donde se instalan.  

Pero en ocasiones el concepto trasciende lo estrictamente ambiental. Una medida tomada en el ámbito de la natación nacional ha considerado «zonas de sacrificio» a las que no tienen piscinas de 50 m. Lo habían intentado anteriormente en cuatro ocasiones –2012, 2015, 2018 y 2022–. Entonces defendí en la Asamblea Española de Natación que los tiempos en piscinas de 25 m debían seguir homologándose, tras una reconversión y en nombre de la igualdad, para poder competir en los campeonatos de España que, salvo los de invierno, tienen lugar en piscinas de 50 m. En las cuatro ocasiones logramos paralizar la injusticia.

Advertí, cuando dejé la presidencia del CN Camargo, que el peligro seguía latente, y desgraciadamente tenía razón. La Junta Directiva de la RFEN, sin pasar por la Asamblea Nacional, ha eliminado la conversión antigua y ha fijado marcas mucho más difíciles a las piscinas de 25 m, poniendo en dificultades para la competición de élite a zonas que, como Cantabria, solo tienen esas infraestructuras deportivas.

Nuestra región necesita con urgencia una piscina de 50 m, porque esta normativa supone una barrera para muchos de nuestros deportistas, que han pasado a ser considerados de nivel inferior. Y tanto el deporte como la implantación de infraestructuras nocivas no deberían utilizarse para favorecer la desigualdad territorial.

martes, 21 de octubre de 2025

DOCE CÁNTABROS ILUSOS (22 de octubre de 2025)

 


El Diario Montañés, 22 de octubre de 2025

En ocasiones, la esperanza del ser humano puede ser tan grande como su ingenuidad. Aunque compruebe que el escenario se repite año tras año, suele persistir en su ofuscación. «Quizás esta vez pueda librar la piedra y no tropezar de nuevo», se dice, antes de picar en el anzuelo. ¿O no es pecar de cándida inocencia presentar una novela al Premio Planeta, sabiendo que está concedido de antemano, tras existir un contrato con la ganadora o el ganador que lo deja todo bien atado? Pues pese a esto, que a casi todos nos parece evidente, han querido ver una luz, ciegas de ilusión, las mil trescientas veinte personas que han presentado sus novelas a la septuagésimo cuarta edición del premio, «un récord de participación». La literatura, como la lotería, sigue siendo un acto de fe.

Los que nos venimos dedicando desde hace bastantes años a este mundillo del libro sabemos que en nuestro país estamos muy cerca ya de que los escritores superen en número a los lectores, porque, a diferencia de Borges –«que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído»–, preferimos presumir de nuestras creaciones literarias, aunque para ello hayamos debido autopublicarlas. Escribir viste mucho, da prestigio en las conversaciones con los amigos –«tengo una novela entre manos», «estoy madurando un poemario»–, y no digamos lo que adorna el currículo.

He sabido que doce, de los mil trescientos veinte manuscritos enviados al Planeta, provenían de Cantabria. Un número que es casi seguro que proporcionará en el futuro a los editores regionales la posibilidad de tener entre las manos, para analizar su posible publicación, unos cuantos originales que llevarán el marchamo de «presentado al Premio Planeta».

Advierto de antemano que esa no es la mejor tarjeta de visita.


lunes, 13 de octubre de 2025

APRENDER A PARAR (15 de octubre de 2025)

 

El Diario Montañés, 15 de octubre de 2025

Juan Angulo, artesano de aromas a fuego lento, tiene en su restaurante el escenario ideal para descubrir a quienes viven con prisa. Y como la vida le ha proporcionado una intuición especial, suele sorprenderlos cuando, ante sus gestos impacientes reclamando atención, se acerca hasta ellos y les dice, por ejemplo, «Sois de Madrid ¿verdad?». Casi siempre acierta. «¿Cómo lo sabe?». «Muy sencillo, vuestra vida gira en torno a la prisa. No descansáis ni en vacaciones, todo lo queréis ya. ¿Qué se puede esperar, si habéis convertido las escaleras mecánicas en pistas de atletismo para subir o bajar por ellas, adelantando a quienes van parados? Relajaros. Aprovechad este tiempo de ocio. Consumidlo lentamente, degustadlo mientras saboreáis la comida. Veréis qué placer».

Reflexionaba esto mientras aguardaba en una acera a que se abriera el semáforo, cerrado a los peatones, comprobando que cada uno de los que se incorporaba a la espera pulsaba el botón, metáfora del aquí estoy yo, el más listo, como si considerase tontos a los demás, que ya lo habíamos pulsado. «Pulse el botón. Espere verde», incitaban las letras luminosas, placebos para la impaciencia.

Vivimos una época que ha convertido la rapidez en virtud. Por eso la prisa obliga a buscar atajos que van desde el cambio de la cola en el cajero de los supermercados, al diseño de currículos falsos, que simulan un tiempo de formación que nunca se invirtió. Y pese a que las previsiones optimistas del siglo XX anunciaban la civilización del ocio, parece que las cosas laborales no van por ahí.

Quizá haya llegado el momento, por el bien de nuestra deteriorada salud mental, de reivindicar la lentitud. De dejar de correr por las escaleras mecánicas. De no pulsar botones y mirar más hacia los lados. De detenernos un momento para saber hacia dónde vamos.

 

martes, 7 de octubre de 2025

MUÑECO DEL PIM PAM PUM (8 de octubre de 2025)

 

El Diario Montañés, 8 de octubre de 2025

Tengo una edad en la que me resulta difícil soportar ciertas necedades que nacen de la mentira, crecen, se reproducen con rapidez, y según parece, nunca mueren. Estoy harto de escuchar que la cultura vive gracias a las subvenciones, una acusación de la que se libran otras grandes empresas que, por cierto, las reciben de muchísima mayor cuantía: energéticas, telecomunicaciones, construcción, automoción… Pero el concepto de subvención ha quedado identificado, según los peculiares valores de la derecha, con las colas del hambre, con los «chiringuitos culturales», o con los que «se han dado el baño» en la flotilla que, según Ayuso, era vacacional, y no de ayuda solidaria a Gaza.

Esta semana, precisamente por revisiones propias de la edad, he visitado el hospital de Valdecilla. La enfermera que me atendió era una gran profesional, cercana y empática, con treinta años de servicio y total entusiasmo por su trabajo. Mientras lo realizaba, me comentó que tenía una cinta métrica a la que le faltaba un centímetro, muestra del cuidado escrupuloso que ponía con los materiales de su profesión, cuyo uso exprimía todo lo posible. Sin embargo, la falta de medios se reflejaba en que llevaba dos años reclamando un aparato muy necesario para desarrollar mejor su labor. «La sanidad pública se encamina a la desaparición», me dijo, apesadumbrada.

Entonces reflexioné sobre otra forma de subvención encubierta: el desvío de ciertas tareas de la sanidad pública hacia la privada, que en Madrid es muy evidente y en Cantabria, con la filosofía de Pascual –«es una reliquia que no da más de sí»–, hace tiempo que resulta alarmante, porque lo mismo se derivan las listas de espera que las mamografías atascadas. Con el consiguiente pago, por supuesto.

Por eso me cabrea que se tome la cultura como muñeco del pim pam pum.